jueves, 8 de mayo de 2014

La varicela

La varicela es una enfermedad muy contagiosa, característica de la infancia, producida por el virus varicela-zoster (VZV). La mayoría de los casos se producen en niños menores de 10 años. La distribución de este virus es universal, y aunque hay casos durante todo el año, se observa un pico de incidencias en invierno y en primavera.
La primera vez que el virus infecta a una persona se produce la varicela. Después, el virus se queda latente en el cuerpo por un tiempo indefinido, y al cabo del tiempo puede reactivarse y expresarse en forma de otra enfermedad más grave denominada herpes zoster.


La varicela sólo se transmite de persona a persona. El contagio puede ser por:
• Contacto directo con las lesiones de la piel.
• Por vía aérea, mediante las secreciones que son expulsadas del tracto respiratorio al toser o estornudar.

Tras el contacto con el virus, el periodo de incubación de la varicela suele durar dos semanas aproximadamente. Pasado este tiempo aparece fiebre moderada durante dos o tres días, cansancio, dolor de cabeza y falta de apetito. Todo esto seguido de la aparición de manchas rojizas y planas, que van adquiriendo relieve hasta convertirse en ampollas o vesículas.

En los niños sanos se desarrollan unas 500 vesículas aproximadamente. Se trata de ampollas que causan mucho picor y que se rompen con facilidad. Las costras que forman se desprenden y desaparecen en unas dos semanas.
El 80–90% de las personas que convivan con pacientes y sean susceptibles van a contraer la varicela y, además, al tener una mayor exposición al virus, van a desarrollar un cuadro más grave.
En el caso de una varicela en un niño sano, el propio cuerpo es capaz de combatir la enfermedad. Tan solo se requiere tratamiento para aliviar los síntomas. Se pueden emplear analgésicos, antihistamínicos, y cremas o lociones que alivien el picor. Es importante no suministrar aspirina (ácido acetilsalicílico), ya que se asocia con el desarrollo del síndrome de Reye. En su lugar se puede usar paracetamol.

La mayoría de las ampollas desaparecerán sin dejar cicatrices, excepto aquellas que resulten infectadas por bacterias a causa del rascado. Es conveniente aplicar compresas húmedas, y los baños tibios para limpiar las heridas originadas por el rascado y prevenir la aparición de infecciones.
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